Ola de sicariato deja crímenes a plena luz del día
Adultos mayores, madres de familia y empresarios entre las víctimas del crimen organizado.
El sicariato se ha convertido en un problema imparable en el Perú. Cada día, las balas acaban con vidas en la puerta de un hogar, en un restaurante o en plena vía pública. La extorsión y el ajuste de cuentas han sembrado el terror en el país, mientras el crimen organizado opera con total impunidad.
El asesinato de Elvira Trujillo Escobar, una adulta mayor en San Juan de Lurigancho, ha estremecido a su comunidad. A plena luz del día, un sujeto disfrazado de trabajador de luz tocó la puerta de su vivienda, esperó a que saliera y le disparó sin piedad.
La indignación es total. Sus familiares temen ser las próximas víctimas, pues días antes recibieron amenazas.
Pero este no fue el único crimen en el distrito. En un restaurante frente al penal de Lurigancho, Celinda Valle almorzaba con su hija de 12 años y su tío cuando fue ejecutada por sicarios. Su pequeña vivió la escena más desgarradora: ver morir a su madre frente a sus ojos.
En la urbanización Los Jazmines, Callao, el productor musical Mairon Alexander Crisanto Márquez fue atacado cuando regresaba a casa. Un hombre disfrazado de repartidor lo siguió, sacó un arma y disparó.
Mairon, que portaba un arma, logró repeler el ataque, pero una bala se alojó en su boca. Su novia, quien lo acompañaba, salió ilesa.
Mientras tanto, en Carabayllo, el crimen alcanzó a Óscar Medelius Rodríguez, excongresista fujimorista. Sicarios en moto lo siguieron y, al detenerse en un semáforo, abrieron fuego contra su camioneta. Fueron 20 disparos.
Él y su copiloto, Juan Huidobro, murieron en el acto. Una mujer que los acompañaba, Lourdes Fernández, sobrevivió con una herida en el brazo.
En Villa El Salvador, un joven conductor venezolano fue asesinado al detenerse en un semáforo. Era su cumpleaños. Un mototaxista que estaba a su lado también fue alcanzado por las balas.
Días después, en San Juan de Lurigancho, un colectivero fue baleado, sumándose a la larga lista de trabajadores del transporte asesinados por extorsionadores.
Las cifras son alarmantes. Desde el año pasado, los homicidios han aumentado, con un promedio de 6 a 7 asesinatos diarios.
Las organizaciones criminales se han expandido, operando en grupos pequeños pero con conexiones con mafias más grandes. Las autoridades aún no logran contener esta ola de violencia.
Mientras el sicariato y la extorsión siguen cobrando vidas, el Perú se desangra y la población vive con miedo, esperando que la siguiente bala no lleve su nombre.