Bukele no se disculpa: prefiere que lo llamen dictador
El presidente de El Salvador defendió sus decisiones más polémicas, como arrestos y cierres, con un solo objetivo: recuperar la tranquilidad del país.
En su primer año de segundo mandato, el presidente salvadoreño Nayib Bukele pronunció un discurso en el que reafirmó su política de seguridad extrema. Frente al Congreso, reconoció sin rodeos que no le preocupa ser llamado dictador si eso significa que los salvadoreños pueden vivir tranquilos. Su mensaje dejó en claro que no piensa ceder ante las críticas, ni cambiar el rumbo de sus decisiones más polémicas.
Durante la ceremonia, Bukele defendió su alianza con Donald Trump en temas migratorios y denunció una supuesta campaña de desprestigio en su contra. Dijo que las ONGs actúan como aliadas de pandillas y que los organismos internacionales solo buscan frenar su modelo de control total.
¿Cómo reaccionó ante las críticas por derechos humanos?
Bukele respondió a los cuestionamientos por arrestos arbitrarios, denuncias de abusos y el cierre de espacios para activistas y medios. Señaló directamente a las organizaciones no gubernamentales por, según él, promover agendas políticas en lugar de defender a la población. “Prefiero que me llamen dictador, pero que vivamos sin miedo”, fue una de sus frases más aplaudidas.
Además, cuestionó a los medios internacionales por acusarlo de autoritarismo, señalando que no tienen en cuenta los resultados en materia de seguridad. En ese contexto, anunció que la cárcel de Punta Peuco dejará de ser un penal especial, lo que implica la pérdida de beneficios para más de 130 exmilitares encarcelados.
¿Qué piensa la gente de este estilo de gobierno?
A pesar de las denuncias y críticas internacionales, Nayib Bukele continúa siendo uno de los presidentes más populares de América Latina. Su política de “mano dura” es respaldada por una gran mayoría de la población, especialmente por los jóvenes que han visto una disminución drástica en la delincuencia.
Sin embargo, la pregunta persiste: ¿puede haber seguridad sin sacrificar derechos? En El Salvador, esa línea parece más delgada cada vez.














