Sismo de 6.1 deja en riesgo casonas antiguas en Lima y el Rímac
Sismo de este domingo expone peligro en casonas históricas del centro de Lima y Rímac, muchas al borde del colapso
Un fuerte sismo de magnitud 6.1 remeció este domingo Lima y Callao, dejando a cientos de familias angustiadas. Más allá del susto, el movimiento telúrico sacó a la luz una amenaza latente: las antiguas casonas y balcones en mal estado en el centro histórico y en el Rímac, que podrían colapsar ante otro temblor.
Estas viviendas, muchas del siglo XVIII, están hechas de materiales vulnerables como quincha y adobe. Tras el sismo, varios vecinos expresaron su temor por la fragilidad de las estructuras donde aún viven. “Como es patrimonio, no podemos tocar nada”, contó una moradora del Rímac.
Según el Instituto Geofísico del Perú (IGP), el epicentro se ubicó a 30 kilómetros del Callao. El temblor se sintió con fuerza en distritos como Miraflores y Chorrillos, donde incluso hubo derrumbes en los acantilados de la Costa Verde.
¿Qué dijeron los vecinos del Rímac?
En declaraciones a América Noticias, varios residentes del Rímac señalaron que personal del municipio les informó que se realizarán apuntalamientos en algunas casonas. Este trabajo busca reforzar las estructuras sin alterarlas, por su condición de patrimonio histórico.
“Estamos a la espera de que empiecen con las mejoras. Solo podemos cuidarlas hasta donde se puede”, añadió una vecina, visiblemente preocupada. Viven rodeados de paredes agrietadas, balcones carcomidos y techos que tiemblan con cada réplica.
Las familias afectadas no tienen otra opción que seguir habitando estas viviendas, muchas de las cuales están en zonas declaradas patrimonio cultural, lo que impide su intervención directa sin permiso de las autoridades.
¿Cómo afecta esto a quienes aún viven allí?
Para muchos, estas casonas no son solo un recuerdo del pasado colonial limeño: son su hogar. Pero hoy, tras el temblor, se han convertido también en un lugar de riesgo. La falta de mantenimiento, la edad de las construcciones y la imposibilidad de intervenir libremente hacen que cada nuevo movimiento sísmico sea una amenaza latente.
Las medidas preventivas anunciadas llegan tarde para muchos vecinos, quienes sienten que viven con una bomba de tiempo sobre sus cabezas. Mientras tanto, aguardan que las autoridades cumplan con lo prometido.














