Refugios de guerra

¿De qué manera un emprendedor latinoamericano radicado en Perú podría colaborar con los socorristas de la guerra en Ucrania? Alcides Hoyos nos cuenta la historia del diseñador industrial argentino Nicolás García Mayor y su sistema CMAX.

(Video: Cuarto Poder)

Nicolás García Mayor es un diseñador industrial argentino que pasa sus días en Lima oyendo el eco de un mensaje que le llegó desde el invierno ucraniano.

Un amigo suyo le pide, con urgencia, ayuda para atender a grupos de refugiados que huyen del infierno en que Rusia ha sumido a Ucrania a y sus ciudadanos.

¿Pero de qué manera un emprendedor latinoamericano radicado en Perú podría colaborar con los socorristas en la más reciente guerra europea? ¿Qué son las unidades que le piden desde la zona en conflicto? ¿Quién es este hombre de 43 años que - antes de ayudar a los oprimidos del mundo - conducía taxis por aplicativo en Estados Unidos?

Nicolás maneja por la Costa Verde un modesto auto rentado. Hace 22 años vivía en un hospital abandonado de la ciudad de La Plata, en Argentina, donde diseñó, como proyecto de tesis, una unidad habitacional capaz de ser refugio y posta médica; un módulo rentable que resista climas extremos. La idea fue laureada, pero terminó en el archivo.

Cuando estalló la pandemia, Nicolás ya había dejado atrás la pequeña fortuna que amasó como diseñador industrial en Europa. Quiso rescatar del archivador su diseño CMAX – como bautizó a los módulos creados por él – pero, aunque fue reconocido por la ONU y ungido por Su Santidad en Roma, los aplausos no convertían el papel en realidad. De todo el mundo, sería Perú el lugar donde los CMAX verían la luz.

Por azares de la vida, perdió mucho dinero tratando de producir las CMAX en Washington D.C., al punto que tuvo que dedicarse, durante tres años, a hacer taxi. Cuando comenzó a recuperar terreno con su emprendimiento, conoció a un colega peruano que le sugirió realizar los testeos de su módulo en Lima, a donde llegó en 2020, en plena pandemia. Fue así que en una moderna factoría de Lurín – tras año y medio de evaluaciones – las CMAX al fin dejaron de ser maquetas.

El costo de producción de cada unidad bordea los 5 000 dólares. Tiene más resistencia que una carpa plástica y es más liviana que un contenedor, cuyo precio es bastante mayor. No requiere de muchas personas ni de herramientas para su armado. Los ensayos en Lurín le permitieron a Nicolás hallar los materiales ideales para iniciar la producción en masa. El plan ahora es vender el producto, pero ayudando en el camino a tanta gente como se pueda.

Con la fórmula de sus unidades lista, Nicolás intentó donar sus primeros CMAX al ministerio de Salud, pero los esfuerzos naufragaron en la turbulencia política del sector. Fue entonces que el llamado de un amigo suyo, desde Ucrania, le hizo fijar nuevos rumbos.

Hace un mes, Nicolás logró contactarse con LATAM Airlines, quienes se comprometieron a ser cómplices suyos en la misión de llevar un promedio de seis CMAX hasta la frontera ucraniana.

Nicolás planea llegar a Moldavia – frontera con Ucrania y a donde han huido de la guerra miles de refugiados – para montar ahí una base que permita ayudar a más gente en desgracia. Espera que sus contactos en el foco del conflicto le ayuden a ingresar a territorio ucraniano para rescatar a personas sin hogar.

Nicolás perdió a su hermano mayor hace 15 años. Desde entonces, el fin de la vida dejó de ser para él un miedo capaz de dominarlo.

A lo largo de su carrera – mientras las CMAX no encontraban receta exacta – Nicolás ha llevado ayuda a poblaciones vulnerables como la haitiana. Con su empresa y su fundación, hizo todo lo posible también para que niños colombianos tuvieran mejores oportunidades.

Toda ayuda en un contexto de guerra es poca, pero Nicolás cree que su grano de arena podría ser útil. Un optimismo que lo ha acompañado desde que su proyecto no podía salir del papel y que lo acompañará hasta que el mundo aprecie las ventajas de sus unidades habitacionales. El sueño de un idealista materializado desde el Perú para el mundo.

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