Machu Picchu, una maravilla del mundo que debió cerrar por temor a las manifestaciones

Miles de turistas y peruanos dedicados al turismo y la artesanía ven sus sueños frustrados con el cierre obligado de una de las siete maravillas del mundo debido al paro y los bloqueos
 

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Es nuestra tercera semana de viaje por el sur y el atardecer nos atrapa en Urubamba. Una de las 13 provincias de Cusco. Un destino inevitable porque entre sus montañas guarda uno de los tesoros más preciados del Perú: Machu Picchu.

Un sueño para millones de personas que buscan una imagen, una foto, la prueba anhelada que estuvieron en una de las siete maravillas del mundo moderno. Urubamba tiene 7 distritos, para llegar hay que dormir en uno de ellos, Ollantaytambo y salir muy temprano hacia Machu Picchu. Esa ruta solo se hace en tren que hoy abre luego de casi un mes de estar cerrado por las protestas sociales y bloqueos.

Daisy Tapia vende artesanía desde hace 7 años en Ollantaytambo. Mira desconcertada una escena que la hace viajar dos años atrás, cuando una pandemia casi mata su negocio.

La mayoría de los viajeros son comerciantes que llevan productos a Machu Picchu. Como no hay carreteras usan el tren para sus negocios. Son muy pocos los turistas nacionales que han madrugado en busca de un boleto de tren de la empresa Perú Rail. En ella, desde hace 15 años, trabaja Alfredo Del Castillo. Es el supervisor de los trenes que luego de un mes recibe a los pocos turistas extranjeros que se atreven a recorrer el Cusco pese a la convulsión en el país.

Nuestros boletos eran para el vagón de turistas internacionales, fue la única opción que nos dieron cuando los compramos en Cusco. Nos costaron 105 dólares cada uno. En nuestro vagón había espacio para 52 personas, pero solo había 14 extranjeros y nosotros.

El tren viaja al lado del estruendoso Vilcanota, es el primer atractivo que la familia Cabrejas de Argentina encuentra. Son de Buenos Aires y vinieron, literalmente, por un sueño.

El sol desvanece la neblina, es extraño en esta época de lluvia. Entre la comodidad del tren y el paisaje, los turistas se entusiasman. Muchos sienten una curiosidad inexplicable por el Perú, cómo Daniela y Carlos, una simpática pareja de enamorados colombianos.

De los dos fue Daniela quién se informó más de la situación política y social del país al que estaba llegando. Precisamente al bajar, queda claro que la mayoría está aquí por trabajo. Los comerciantes han llegado para abastecer a los residentes como Adela Añanca, que nació hace 40 años en Machu Picchu Pueblo o Aguas Calientes, como también se le conoce.

Adela Añanca le compra a otras mujeres como la señora Nelly que trabaja desde hace 10 años llevando frutas para Aguas Calientes para ganarse hasta 40 soles por viaje. Se le debe al banco y no hay a quien venderle. Los clientes de la señora Nelly la esperaban en las puertas de sus locales para recibir la mercadería. Esa escena ya no se repite. Hoy esas puertas están cerradas desde hace un mes y solo hay un inquebrantable candado, el mejor y peor símbolo de lo que se vive un pueblo al pie de una maravilla del mundo.

Aguas Calientes se ha convertido en un pueblo desolado. No es un virus que ha obligado a todos a esconderse, es simplemente que no hay turismo y sin turismo, aquí, no hay nada. Las pocas personas que se ven caminando son residentes. Las otras son los turistas extranjeros con los que llegamos, como la familia De la Torre de Argentina. Son sumamente amables y educados. En la garita del Ministerio de Turismo, no los trataron igual, solo les dijeron que prueben suerte caminando hasta el santuario.

Cualquier intento de llegar a la ciudadela de Machu Picchu tiene que ser a pie. La única empresa autorizada para subir a los turistas está cerrada, su paradero vacío y sus 24 buses guardados. Sólo está el señor Henry, encargado de la seguridad, que, por ahora, no tiene nada que cuidar.

Quien ya está angustiado por este pueblo fantasma es Ezequiel, ha venido con su prima. Ambos caminaron con dirección a Machu Picchu, pero encontraron un portón con candado y los guardianes les dijeron que, si todos se juntaban, tal vez podrían ingresar.

En el local del Ministerio de Cultura no había opciones, solo una orden que los encargados del parque informaron por teléfono.

La molestia de los turistas es con el ministerio y con Perú Rail. Aseguran que cuando les vendieron los boletos les dijeron que sí había posibilidades de subir a Machu Picchu. Cusco tiene cerca de 8 mil artesanos formales. Aquí, sus productos están cubiertos con rafia, esperando que el país que inspira sus obras salga de su crisis.

El mercado de abastos no está cerrado, pero eso no sirve de mucho si no hay comida. La mayoría de las personas que trabajan en el mercado residen en Aguas Calientes. Como Marta Casas, que vive hace 25 años a minutos de una maravilla del mundo, pero que la dura realidad la mantiene alejada.

Lo paradójico es que ahora hay mucho tiempo y no hay dinero. José no abre su local desde el 21 de enero. A 20 de sus 25 trabajadores los ha suspendido temporalmente. Ha prometido que apenas el negocio vuelva a abrir, ellos también lo harán.

Pero José salvó el día, hemos llamado a nuestros amigos extranjeros: A la pareja colombiana cansados de esperar, a los De la Torre que no avanzaron más que unos metros. Aquí, en el único restaurante abierto, por lo menos tendrán un menú y bebidas. Tendrán que esperar hasta las 9:50 de la noche que sale el tren de regreso.

Justo en ese momento una llamada nos confirmó un pedido que hicimos. El ministerio de turismo autorizó nuestro ingreso a la ciudadela para poder mostrar una maravilla del mundo vacía.

Es una ruta dura. Se siente ese clima húmedo y caluroso, clásico de la ceja de selva. Que se puede romper en cualquier momento con una lluvia torrencial. Sin embargo, cada grada que subimos vale la pena.

Esta es la zona de ingreso. Hasta aquí llegaban cerca de 2500 personas al día. Algunas compraban sus boletos aquí. Otros hacían fila para pagar el baño que ahora está con candado. El comedor del hotel tiene las sillas volteadas desde hace un mes mirando el hermoso paisaje de las montañas. De adorno están las banderas de nuestros amigos que en ese momento solo caminaban por Aguas Calientes. Ingresamos acompañados del señor Eufracio Contreras, apurimeño y guardián del santuario. Le tomó un tiempo apreciar la belleza del lugar donde ahora trabaja.

Y sí, vaya qué es una maravilla, de hecho, es muy posible que sea mucho más que eso y que, ahora, sola y en silencio nos recibía así. Pero a la vez es una imagen triste. En el lugar donde se hace la clásica foto, esa prueba que todos buscan, solo hay algunas llamas y un inútil letrero..

Machu Picchu se cerró, básicamente por miedo a que las protestas lleguen hasta las ruinas. Hubo algunas voces que así lo insinuaron y se decidió no correr el más mínimo riesgo. La cámara 360 resalta los colores, pero también la desolación. Es una maravilla del mundo que todos deberían conocer.  No se escucha más que nuestros pasos y nuestra respiración. Eso hace que las vizcachas salgan sin temor.

Los letreros de advertencia hoy no sirven. No hay personas que se aglomeren para una foto, ni uno de los cerca de 1200 guías certificados para trabajar en la ciudadela. Fue un recorrido culposo de dos horas por una hermosa maravilla negada para el mundo.

Era hora de regresar y tomar el tren hacia Ollantaytambo. Lo hicimos junto a las familias argentinas, con su tristeza y decepción. Los amigos colombianos se quedaron para seguir intentándolo. Vivieran su propio realismo mágico: luchar por sus sueños en un pueblo bendecido por el encanto de su historia, pero ensombrecido por el presente de un país que aún no sale de su crisis. 

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