Los Gallegos: Policía desbarató a mafia extranjera torturaba y explotaba sexualmente a mujeres

La policía intervino un hospedaje donde una facción de criminales extranjeros torturaba y explotaba sexualmente a quince mujeres entre los 17 y 21 años

Video: América TV

Suben las escaleras sigilosamente. Están dentro de un edificio donde opera una mafia venezolana de trata de personas. La incursión debe ser rápida. Así ingresó la policía a un nuevo centro de acogida, donde "Los Gallegos", facción del Tren de Aragua, utilizaba para albergar y explotar sexualmente a más de quince mujeres entre los 17 y 21 años.

Un drama que se repite cada vez con más frecuencia. Jóvenes rescatadas de la explotación sexual, un flagelo que bandas internacionales controlan en cada vez más distritos de Lima.

Pero detrás del operativo de esta semana, llevado a cabo por la Brigada contra la Criminalidad Extranjera de la Dirección de Investigación Criminal, Dirincri, hay otro drama: el drama de una familia que empezó hace tres años y medio y aún no termina.

Una mezcla de impotencia, rabia y frustración invaden a Santiago cada vez que mira este edificio que logró construir con el esfuerzo de toda una vida y que desde hace más de tres años se lo han arrebatado.

Santiago es un hombre que debería estar gozando de una jubilación plena, muy alejado de los problemas, pero no es así.

Hoy tiene 78 años, pero tuvo que trabajar desde muy joven ante la ausencia de sus padres. Se hizo electricista automotriz y con este oficio pudo sacar adelante a sus cuatro hijos.

Hace más de veintitrés años compró un terreno y en el lugar levantó este edificio. La idea del negocio era que funcionara como un hostal con más de veinticuatro habitaciones.

Pero la adversidad se cruzó una vez más en la vida de Santiago.

Le diagnosticaron diabetes tipo II, complicaciones en la próstata y también en las piernas. Santiago debía con urgencia dejar de trabajar. Su vida estaba en riesgo.

Fue entonces que decidió alquilar el hostal a una pareja de peruanos con el fin de recibir una renta mensual. Ese sería el peor error de su vida.

En efecto, el demonio tiene nombre y apellido. Se llama Daniel Saraya Condori y es quien, según Santiago, usurpó su propiedad con total descaro desde el año 2020.

Pero Daniel Saraya no fue quien alquiló la propiedad. Fue su pareja sentimental Lina Orosco Córdova, pero ella murió de covid y nunca pudo regresar el inmueble a su legítimo propietario. Saraya aprovechó la ocasión y se quedó en el lugar sin pagar un solo centavo.

Santiago no puede ingresar a su propiedad. Aquí con su hija Silvia recorre el primer piso del inmueble, único lugar a donde aún pueden ingresar. caminan entre desperdicios, miran con impotencia como todo el esfuerzo de su familia está hoy en manos de un sujeto que se niega a devolverlo.

Este es Daniel Saraya. Según Santiago, el usurpador de su propiedad. Él sonríe, pero la realidad es para llorar, pues el hostal de Santiago tiene un problema aún más grave detrás. El usurpador lo ha convertido en un centro de prostitución y de trata de personas.

Según la policía, se había convertido en una casa de acogida para venezolanas que eran explotadas sexualmente por Los Gallegos, una facción muy violenta del Tren de Aragua.

Estos videos hallados en el celular de uno de los venezolanos detenidos durante el operativo y que estaba a cargo de la custodia de las quince jóvenes que eran explotadas sexualmente, describe la violencia con la que operaban estos delincuentes.

El rostro de esta joven describe el terror que vivió en este lugar. Tiene las manos atadas y la cabeza rota producto de un golpe con la cacha de una pistola, una pistola seguramente como esta que aparece en otro video.

Junto al arma automática que luce este criminal, siete jovencitas que apenas superan los dieciséis años agachan el rostro aterradas. Todas ellas eran sometidas y obligadas a prostituirse en las calles de San Martín de Porres.

Si alguna no vuelve con el dinero exigido, es torturada sin contemplación.

El hostal de Santiago se había convertido en la fachada perfecta para los criminales.

Por fuera lucía como un hospedaje cualquiera. Y por dentro era un centro de trata y prostitución controlado por Los Gallegos. El lugar operaba además en regla.

Por increíble que suene, el usurpador contaba con una licencia de funcionamiento otorgada por la anterior gestión municipal de San Martín de Porres.

La pesadilla de Santiago parece no tener fin. Pese al temor, ha decidido dar el primer paso y denunciar lo que vive. Una vez más se ha topado con un obstáculo en su vida: la burocracia de los operadores judiciales. Pero como tantas otras veces, Santiago está decidido a dar batalla hasta el final.

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