Caso Eyvi Ágreda: el perfil psicológico de Carlos Hualpa, el agresor

La pericia psicológica que muestra qué pasaba por su mente mientras planificaba y ejecutaba su crimen

Carlos Hualpa, el agresor de Eyvi Ágreda. Video: América TV

Acorralado por las pruebas en su contra, Carlos Javier Hualpa Vacas, terminó confesando con lujo detalles cómo y por qué atacó con gasolina y fuego a Eyvi Liset Ágreda Marchena, la joven de 22 años a la que acosaba desde hacía semanas. Pese a haberlo negado inicialmente y a haber inventado una historia de ficción para explicar las quemaduras en su propio brazo, el victimario confeso de Eyvi cayó en serias contradicciones cuando fue interrogado por la Policía, atrapado en un callejón sin salida construido por sus propias mentiras.

Esta noche en Cuarto Poder, los detalles de la investigación policial que permitió su identificación y captura, la pericia psicológica que muestra qué pasaba por su mente mientras planificaba y ejecutaba su crimen y todo lo que le dijo a la Policía cuando no tuvo otra alternativa que admitir que era el responsable de haberle prendido fuego a una mujer que hoy se debate entre la vida y la muerte y haber herido a una decena de pasajeros de un bus de transporte público.

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Las primeras imágenes posteriores al ataque muestran a Eyvi aún en llamas, mientras el chofer del bus intenta apagar el fuego que aún carcome su cuerpo con un extintor; sin saber que este polvo químico al entrar en contacto con el fuego agrava las quemaduras que este causa en la piel. Eyvi, con más de la mitad del cuerpo en carne viva, presa de un dolor indescriptible y en evidente estado de shock, sólo atinaba a señalar el lugar por donde había huido su atacante.

Pese a que la agresión había sido claramente dirigida hacia ella, otros pasajeros del bus también resultaron heridos por el fuego. Los testigos afirman que la joven se convirtió en una antorcha humana cuyas llamas devoraban todo a su paso.

Los testigos del ataque afirman que el agresor tenía el rostro casi totalmente cubierto para evitar ser identificado. Los testigos también relataron que el agresor se quemó accidentalmente durante el ataque y que cuando huía tenía la mano y el antebrazo izquierdo en llamas.

En las cámaras de vigilancia, se puede ver la huida del atacante con capucha y gorra corriendo a toda prisa por las calles de Miraflores. Lo primero que hizo la policía fue interrogar a los familiares de la víctima para saber si sospechaban de alguien. Y la hermana menor de Eyvi recordó que la muchacha le había comentado que un tal Javier la acosaba.

Según el relato de la hermana, el hombre que la acosaba también usaba gorra y capucha, lo que hizo pensar a la policía que podía tratarse de la misma persona. Luego, la hermana recordó que Eyvi le había pedido prestado su teléfono celular para llamar al tal Javier desde otro número y exigirle que deje de acosarla.

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Con el número telefónico y la imagen del acosador, la Policía montó un operativo y en las primeras horas de la mañana del miércoles capturó a Carlos Javier Hualpa Vacas en su casa de Carabayllo. El sujeto había llamado a su trabajo para avisar que no asistiría porque había tenido un accidente la noche anterior y había sufrido una quemadura. Y cuando los agentes lo detuvieron descubrieron que tenía la mano y el antebrazo izquierdo vendados. Carlos Javier Hualpa ensayó una explicación poco verosímil sobre la causa de sus quemaduras.

Pero Carlos Javier negaba cualquier participación en el salvaje ataque contra quien decía era su amiga. Sin embargo, reconoció que hace tres años conoció a Eyvi en la cafetería de una universidad donde ambos trabajaban y que poco después le pidió ser su pareja. También refirió que hace poco ella le reclamó porque lo había visto siguiéndola a escondidas.

Pero para la Policía estaba claro no sólo que él era el acosador que la seguía, sino que también el atacante que le había prendido fuego en un bus de transporte público. La pericia de Medicina Forense determinó que sus quemaduras fueron ocasionadas por un agente químico inflamable y no por contacto con agua hirviendo, como él había asegurado. Un dato que desarmaba completamente su coartada.

Después de someterlo a varios interrogatorios y a confrontarlo con las pruebas en su contra, no tuvo más alternativa que dejar de negar lo innegable y admitir su responsabilidad. Su relato muestra a un hombre con dificultad para manejar sus impulsos e incapaz de aceptar un no como respuesta, especialmente si este proviene de una mujer. Afirma que luego de que Eyvi le dijo que no quería ser su pareja, entablaron una amistad de la que, según él, ella se aprovechaba.

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El testimonio del agresor de Eyvi tiene muchos ingredientes del típico discurso machista que considera a la mujer un objeto que debe someterse a los designios y decisiones de los hombres. Un ideal patriarcal que se sigue inculcando en los hijos varones.

Carlos Javier afirma que Eyvi “le daba alas” pues sabía de su interés por ella y que todo lo que hacía era porque estaba enamorado. Y a pesar de eso seguía siendo su amiga.

Una y otra vez, el agresor afirma que no podía comprender por qué no era correspondido si hacía todo lo posible para, desde su punto de vista, satisfacerla. Como si por el sólo hecho de desear que sea su pareja ella estuviera en el deber de allanarse a sus exigencias. Incluso si ella no quería hablar con él, tomaba esta negativa como una ofensa.

Él interpretaba todo lo que ella hacía como una traición. Y sentirse traicionado por un ser al que consideraba inferior y que debía supeditarse a sus deseos sin dudas ni murmuraciones, no lo dejaba vivir en paz. Afirma que tenía mucha ira acumulada también por otros motivos, que era una olla de presión a punto de estallar.

Además, afirma que sabía que él no era el único hombre del que ella supuestamente se aprovechaba.

Carlos Javier intenta explicar que actuó no solo en defensa de lo que consideraba su honor, sino también pensando en el de todos los hombres supuestamente utilizados por Eyvi. Según sus palabras, no quería matarla. Su intención era castigarla por haberlo rechazado destruyendo aquello que él consideraba ella utilizaba para embaucar a los hombres. Destruir su rostro para darle una lección de humildad. Un retorcido sentido de justicia desde un sentimiento enfermo de superioridad.

Su testimonio no sólo confirma que era una persona que sabía perfectamente lo que hacía, sino que además planificó con mucha anticipación el crimen. Además, fue muy cuidadoso para que su rostro no sea registrado por las cámaras de vigilancia de la zona.

Finalmente, narró con sangre fría el momento en que le prendió fuego a su víctima y desató el infierno en el bus.

Las conclusiones del informe de psicología forense señalan que sus emociones hacia los demás son volubles y que tiende a idealizar las relaciones afectivas con la figura femenina interpretando de manera equivocada las consideraciones que éstas tienen con su persona. Que considera que las mujeres lo tratan injustamente y no son agradecidas por las atenciones que él les brinda. El peritaje concluye que Carlos Javier Hualpa Vacas no evidencia deterioro cognitivo ni alteración psicopatológica que le impidan percibir y evaluar la realidad. Es decir, era una persona perfectamente capaz de distinguir entre el bien y el mal, plenamente consciente de todo lo que hacía, pero extremadamente machista. Y no un monstruo ni un loco como algunas personas lo han calificado para intentar explicar su comportamiento.

Si bien el abogado del Carlos Javier Hualpa afirmó que su defendido pretende acogerse a la figura de la confesión sincera, el Ministerio Público ha rechazado esa posibilidad tras considerar que el agresor de la joven confesó su crimen después de negar su participación insistentemente y solo cuando se vio acorralado por las pruebas en su contra.

El viernes, el Ministerio Público denunció a Hualpa por el delito de feminicidio agravado en grado de tentativa, lesiones graves y peligro común en agravio de los pasajeros del ómnibus. El Juzgado Penal de Turno Permanente de la Corte Superior de Justicia de Lima le impuso 9 meses de prisión preventiva.

La familia de la víctima ha pedido la máxima sanción para el agresor de la joven de 22 años que ha quedado desfigurada y cuyo pronóstico es todavía reservado. El fuego alimentado por la gasolina le provocó graves quemaduras en la cabeza, el rostro, los hombros, el tórax, los brazos y los glúteos.

En total, más del 60% de su piel fue consumida por las llamas, llegando incluso a alcanzar a algunos órganos. Al cierre de esta nota, Eyvi Ágreda continúa internada en la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital Guillermo Almenara. Ha sido sometida a tres intervenciones quirúrgicas y los médicos estiman que necesitará por lo menos 15 operaciones que incluyen reconstrucción de tejidos y trasplantes de piel. Su caso se ha convertido en un trágico símbolo de hasta dónde puede llegar la violencia de género y el machismo, que, aunque esta no terminó con la vida de la víctima, le cortó las alas a una mujer que nunca más volverá a ser la misma.

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