Matrimonio infantil: Unión entre menores y adultos aún se practica en provincias

El Congreso derogó esta semana el matrimonio infantil, pero a miles de kilómetros de Lima, en uno de los pueblos más recónditos de Ayacucho, la realidad es otra 
 

Uniones infantiles: abuso y abandono. Foto y video: Cuarto Poder

Esta carretera hecha a medias, cuyos tramos intercalan el asfalto y la trocha, nos conduce a uno de los pueblos más recónditos de Ayacucho: San José de Villa Vista.

La ruta más corta para llegar a este lugar, situado en la ceja de selva de la región, dura un poco más de 7 horas partiendo desde Huamanga, la capital de Ayacucho.

Durante el largo recorrido se transita por quebradas, se pasa cerca de nevados y durante buena parte de la ruta la neblina se convierte en un acompañante en una carretera situada al borde del abismo. El abandono y la pobreza aparecen apenas se llega a San José de Villa Vista.

En este pueblo hay alumbrado público hace sólo cinco años. El sistema de agua y desagüe alcanza para unos pocos. La pobreza en las calles es evidente. Es un lugar tan olvidado que ni siquiera figura en las estadísticas oficiales. 

Las cifras de pobreza del INEI solo cubren el distrito de Chungi, donde está ubicado este pueblo. Los centros poblados no existen en el cuadro estadístico.

San José de Villa Vista tiene una peculiaridad. Es uno de los centros poblados donde se registra un gran índice de uniones entre menores de edad y adultos. Una práctica que fue formalmente anulada esta semana cuando el Congreso derogó el matrimonio infantil. Pero a miles de kilómetros de Lima, la realidad es otra. 

La llamaremos Doris para proteger su identidad. Amarra el cabello de su hija a la que tuvo cuando aún era una niña de solo 13 años. Ahora, a sus 22 años, ya tiene 4 hijos. Su primer embarazo lo vivió hace nueve años. El padre de su primogénito aprovechaba que los padres de Doris se iban a trabajar a la chacra para ir a su casa y abusar sexualmente de ella.

Ante la ausencia de los padres de Doris, quienes podían estar de dos días a una semana fuera de casa, la por entonces niña de 13 años se resignó a convivir con su abusador.

Ahora Doris tiene 22 años y una nueva pareja con quien tuvo otros tres hijos. Como ella, solo en este pueblo, hay muchos otros casos.

A esta mujer, cuya identidad también protegeremos, la vamos a llamar Norma. Actualmente tiene 21 años y ya tiene tres hijos. Fue madre por primera vez a los 16 años. Al igual que el caso de Doris, sus también la dejaban sola por días.

En una de esas ocasiones, un sujeto, que se hizo pasar por comerciante, ingresó hasta su casa y abusó de ella. Después de eso, nunca más volvió a saber de él.

Las historias de Norma y Doris, como las de otras tantas mujeres se produce en un contexto en el que las instituciones del estado son tan visibles como los fantasmas andinos.

Margot Chocce nació en San José de Villa Vista. Tuvo más suerte que Doris y Norma. Logró escapar de la pobreza, pero siempre regresa a su pueblo para realizar un trabajo social que prevenga estos casos de abuso. Ella es integrante de una organización sin fines de lucro llamada Ñuqanchik que realiza una tarea titánica ante tanto abandono.

Frente a este panorama, nos preguntamos en qué situación se encuentran los servicios básicos en la comunidad. ¿Las adolescentes y mujeres embarazadas tienen un centro de salud cercano y en óptimas condiciones para dar a luz?

Edgard Suta es un técnico en enfermería, especializado en obstetricia, proveniente de Chachapoyas. Es el único encargado de la posta. Atiende a sus pacientes de siete de la mañana a una de la tarde con las pocas herramientas que posee.

Las precarias instalaciones de este centro de salud no son aptas para atender una emergencia y menos un trabajo de parto.

Ñuqanchik, la organización a la que pertenece Margot, tiene sede en Huamanga. Su objetivo es llevar información a las comunidades para que las adolescentes puedan cuidar su cuerpo y sus padres les brinden la seguridad que ellas necesitan.

Estos jóvenes buscan un desarrollo integral, pero tienen el obstáculo del idioma. Aseguran que muchos jóvenes quechua hablantes se sienten cohibidos de contar sus problemas.

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