Trágica muerte de vendedora de mazamorra por extorsión a chofer
Marina Mendívil Quispe no era objetivo de sicarios, pero murió tras recibir bala perdida durante atentado contra chofer de combi en Villa El Salvador.
El aroma de la canela y el clavo aún parece flotar en Villa El Salvador. Allí, donde por diez años Marina Mendívil Quispe endulzó las tardes con su mazamorra, la vida se detuvo abruptamente cuando una bala perdida le arrebató todo.
Era viernes 12 de abril. Marina, madre de familia y vecina querida, había salido como cada día con sus ollas envueltas en manteles. A unos pasos del mercado 12 de Mayo, en la avenida Micaela Bastidas, colocó sus envases para atender a los clientes que ya la esperaban.
Pero el eco de cuatro disparos acabó con la rutina. Sicarios en moto abrieron fuego contra un chofer de la empresa de transporte “Los Rojitos”, blanco de las mafias extorsivas. Una bala atravesó el aire y alcanzó a Marina, que cayó de espaldas.
¿Cómo se convirtió en víctima una mujer que solo trabajaba?
Marina no era parte de la guerra del crimen. No recibió amenazas, no estaba siendo extorsionada. Fue el daño colateral de una violencia que se expande sin control. Ese día, incluso, era su hija quien debía salir a vender, pero ella decidió relevarla para que descansara. La casualidad selló su destino.
Los vecinos recuerdan la desesperación: algunos corrieron a auxiliarla, otros a resguardarse del fuego cruzado. La trasladaron en una camioneta policial al hospital de emergencias de Villa El Salvador, pero llegó sin vida. Tenía 50 años.

¿Quién era Marina Mendívil Quispe?
Nació en Ayacucho y, como muchos, migró a Lima en busca de un futuro mejor. Su talento siempre fue la cocina. En reuniones familiares, improvisaba un caldo o un postre para arrancar sonrisas. Hace diez años convirtió esa habilidad en un negocio honrado: salir cada tarde a vender mazamorra morada, arroz con leche y postres de calabaza o melocotón.
Su esposo, Jhony Tenorio, la recuerda como el pilar de la familia: “Fue una buena madre, una buena amiga, una buena mujer. No la podía comparar con nadie. Luchaba cada día por sus hijas primero”.

¿Cómo impactó su ausencia en la familia?
Marina deja tres hijas, a quienes sacó adelante con esfuerzo incansable. Su esposo aún sostiene entre lágrimas el cuadro con la foto de ella, pidiéndole fuerzas para seguir: “Te fuiste sin despedirte. Dame fuerzas para cuidar a tus hijas”.
Los clientes y vecinos también lloran su ausencia. “Siempre nos atendía con cariño, con paciencia, con una sonrisa”, dicen. Sus mazamorras no solo eran postres: eran gestos de amor que un barrio entero hoy extraña.
¿Qué revela este crimen?
El ataque estaba dirigido al chofer Román Lima, conductor de la combi que sufrió el atentado. Era víctima de extorsión. Pero el ataque terminó arrebatando la vida de alguien que no tenía nada que ver con las mafias. Una muestra brutal de cómo cualquier ciudadano puede caer en la línea de fuego.
El caso de Marina refleja una verdad amarga: en un país sitiado por la delincuencia, ni el trabajo más noble está a salvo. Hoy, su partida se convierte en símbolo de la inseguridad que apaga vidas inocentes y deja a familias destrozadas.
-
Marina Mendívil Quispe vendía mazamorras en Villa El Salvador desde hace diez años.
-
Murió tras recibir una bala perdida en un ataque contra un chofer extorsionado.
-
No era objetivo de sicarios, se convirtió en víctima colateral de la violencia.
-
Deja a su esposo y tres hijas, además de un barrio que la recuerda con cariño.














