El reglaje mortal a Cipriano González

Cada movimiento de Cipriano Gonzáles fue vigilado al milímetro. Dentro de un conocido centro comercial y al interior de una agencia bancaria, una banda criminal perfectamente organizada lo marcó sin que él lo supiera. Lo acecharon sin tregua, hasta asesinarlo frente a la mirada atónita de su esposa.

Han pasado poco más de seis meses desde que la tragedia llegó a la familia Gonzales Broncano. Hayde atesora entre lágrimas y con sumo cuidado el quepí, la gorra África y el uniforme que su esposo el brigadier Cipriano Gonzáles vistió durante mas treinta y tres años de servicio.

El seis de septiembre del año pasado, Cipriano y su esposa llegaron al Real Plaza de Pro, en Lima Norte, sin imaginar que estaban siendo vigilados. Iban a retirar un préstamo que con mucho esfuerzo habían conseguido: 30 mil soles en efectivo. Todo parecía un trámite rutinario, pero al interior de la agencia bancaria ojos desconocidos seguían cada uno de sus movimientos.

Lo que comenzó como una simple gestión financiera se convirtió en el inicio de una emboscada mortal. Cada detalle quedó registrado en video. Las cámaras de seguridad registraron a la banda criminal movilizándose en cuatro vehículos.

Tras depositar parte del dinero en otra agencia y encontrarse con un colega policía, la pareja creyó que su transacción había terminado con normalidad. Ellos, sin embargo, ya eran blanco de una banda criminal. La emboscada se puso en marcha.

No solo dispararon a matar, también le robaron el arma de reglamento que Cipriano llevaba consigo.

Desde entonces un meticuloso trabajo de inteligencia se puso en marcha para desmantelar a esta organización criminal que ejecutó el asalto y asesinato del brigadier Cipriano. Agentes de la DIGIMIN siguieron cada pista, rastrearon movimientos y ubicaron a cada uno de los delincuentes en sus propios escondites.

No pudieron escapar del cerco policial. Fueron capturados junto a uno de los autos que utilizaron en el marcaje del brigadier Cipriano Gonzales.

Casi toda la banda está detenida, enfrentando la posibilidad de una condena de por vida por el robo subsecuente de muerte del brigadier de la policía Cipriano Gonzáles. La justicia avanza, pero el dolor permanece. Su repentina y violenta partida dejó un vacío imposible de llenar, una herida que ni el tiempo ni las sentencias podrán borrar.