Penales de alto vuelo: videos, droga y extorsión

Según el Inpe, del total de la población penitenciaria el 58.2% de internos consumió marihuana antes de ingresar al penal y el 40.1% consumió pasta básica, cocaína o crack o todas juntas

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Los penales están duros. En el Sarita Colina de Lima hay pipa de marihuana en varias cárceles. La droga se compra tan fácil como el atún en el economato del penal. Uno se acerca a la cama del ‘dealer’ del pabellón, le pide y éste sin mayor remilgo ni cuidado vende lo que guarda en su particular bodega de hierbas y polvos varios. 

Tan seguro, rentable y estable es el negocio que la venta se hace a crédito, pero en eso si es precavido el ‘dealer’, apunta la deuda en dos libretas, por si una se pierde. En este penal hay baños en los que se viaja, camas en las que se esnifa y pasillos en los que se habla por teléfono con la firme o con la próxima víctima de extorsión. 

Por otro lado, en el centro penitenciario Ancón 1, el penal de máxima seguridad por excelencia donde están recluidos 2445 reos de régimen cerrado especial, es decir, el núcleo duro de la delincuencia. Desde el cabecilla de los malditos de Bayobar, pasando por Osman morote o Gerardo Viña, ex gobernador regional de Tumbes. 

El pasado 23 septiembre rondando las cinco de la tarde, en la zona de revisión de paquetes de Ancón todo parecía en orden. Primero los artículos que van a ingresar se pasan por la máquina de rayos X y de ahí se hace  la revisión manual. 

Los funcionarios entonces, sospechan de esta compresora de aire, una máquina cuyo ingreso estaba autorizado para ser utilizada en taller de carpintería. Para más seguridad pasan el equipo por esta otra máquina de rayos x más precisa, el body scan y las sospechas aumentan. Deciden entonces romper el tanque del compresor para cerciorarse y ahí comprimido descubren todo lo prohibido: 20 paquetes con un celular cada uno, 10 paquetes de pasta básica que contenían más de 300 gramos, 2 bolsas de marihuana con otros 300 o 400 gramos, 4 paquetes de pastillas de color naraja y azul celeste y 143 resistencias de cocina. 

Lo intervenido habría alcanzado dentro de prisión entre 35.000 y 40.000 soles. Por un teléfono se paga entre  900 y 1500 soles. Y por una dosis de marihuana entre 8 y 10. Sin duda, la compra se había hecho a pedido y a demanda: desde el que quería fumarse un troncho o un poco de  pasta hasta el que quería calentarse una manzanilla. Muchos habían hecho su pedido. Por una nota de inteligencia se sabía que iba a ingresar droga al penal pero no sabía más. Ahora son cuatro las personas procesadas e investigadas.
 
Este es de los pocos penales del país que tiene equipo de rayos x, arco detector de metal, body scan y sistema de bloqueador de celulares instalado; sin embargo, tres internos y un ex recluso intentaron pasar droga y celulares, y si los querían pasar es porque  adentro funcionan.  

A nivel nacional hay 69 penales y solo hay 24 arcos detectores de metales y 16 máquinas de rayos x. Controlar así lo que ingresa a las cárceles es misión imposible teniendo además en cuenta la corrupción reinante entre policías y trabajadores del Inpe.  

Según data del Inpe, del total de la población penitenciaria el 58.2%  de internos e internas consumió marihuana antes de ingresar al penal y el 40.1% consumió pasta básica, cocaína o crack o todas juntas. La mayoría empezó el consumo antes de cumplir los 18 años. Por lo tanto, es lógico que haya demanda de droga desde los penales donde además el tiempo muerto es la condena y para algunos una excusa para empeorar su adicción o iniciarla. 

Pese a que el problema es mayúsculo, DEVIDA solo invierte 300 mil soles al año en programas de rehabilitación en penales, tanto así que el programa solo funciona en 17 de los 69 penales.

La droga mata y genera un perverso negocio a su alrededor y los celulares sirven entre otras cosas para extorsionar. Así, en unos penales se ha instalado el negocio de la extorsión y en otros además el de las drogas como sucede en Sarita Colonia

Por lo pronto van a presentar dos proyectos a pro inversión para construir en una asociación público privada dos macropenales que estarán listos en tres o cuatro años. Mientras tanto, van a ampliar pabellones en algunos centros que tienen espacios libres. A día de hoy la capacidad de los 69 penales es para  35 mil internos y hay 80985. 

Así están los penales, y más  99% de los que entran saldrán tarde o temprano.  

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