Limpialunas en la mira: La 'cacería' de un oficio en las calles de Lima Metropolitana

Los limpiaparabrisas de Lima, en su mayoría venezolanos, están en la búsqueda de otro oficio ante la ordenanza municipal que prohíbe esta actividad en las vías de la capital

Video: Cuarto Poder

En el cruce de las avenidas Tingo María y Bertello, en medio del tráfico, Ray Arteaga es uno de los pocos limpiaparabrisas que se deja ver por estos días.

De esta larga fila de conductores, sólo uno le da luz verde para que pueda limpiar los vidrios de su vehículo. Un oficio que parecía inofensivo, hoy se mira con gran desconfianza.

Ray Arteaga vive con su familia en este pequeño lugar en El Agustino. Llegó de Venezuela en el 2021 con su esposa y su hijo. Limpia parabrisas todos los días, y gana lo suficiente para solventar los gastos fijos de su casa. Es la primera vez que Ray y su familia deben pagar por agua, luz y alquiler de una vivienda. El gobierno de Venezuela todo se lo daba gratis.

En los próximos días esta muchacha caraqueña de 23 años y nombre de personaje de telenovela griega dará a luz a su segundo hijo. Cataleya será la cuarta integrante de esta familia venezolana que encontró un lugar para vivir en El Agustino.

Es quizá uno de los ambulantes mejor preparados de su esquina, estudió ingeniería industrial en la universidad, pero la vida lo ha retado, lo ha llevado a tomar decisiones extremas como dejar su país, venir a Perú e incluso, tentar ir a los EE. UU. a como dé lugar en busca de cumplir sus sueños.

Los cambios se asumen un día a la vez, pero en el caso de Ray, deberá reinventarse lo antes posible sino quiere desaparecer de esta jungla de caos y cemento. 

Aún no lo sabe, pero Ray ya no podrá volver a esta esquina a limpiar parabrisas. En verdad, ya no podrá hacerlo en ningún semáforo de la capital. La Municipalidad de Lima aprobó este viernes una ordenanza que prohíbe los limpiaparabrisas en toda la capital, tras la muerte de un conductor a manos justamente de un limpialunas de nacionalidad venezolana.

Una semana atrás, en el centro de Lima, a las 12:30 del día, la cámara de un centro comercial apunta hacia un lado de la avenida Grau. Como buscando la sombra, entra a escena un muchacho de nacionalidad venezolana. Se le acerca otro limpiaparabrisas esperando el cambio del semáforo mientras fuma lo que parece ser un cigarrillo y se lo hace probar en señal de amistad. Al cabo de varios minutos, entran en acción.

Imágenes inéditas muestran a José Alberto Jirón Holder moviéndose entre los vehículos en movimiento.

Tampoco pasa oculto en el tráfico su compañero. Arroja primero agua con jabón en el parabrisas de un taxi y luego le habla al conductor.   

De igual manera actúa José Jirón. Apenas se asoma este vehículo blanco le echa jabón sin pedirle permiso a la persona que va al volante.

Otra cámara de seguridad ubicada a mayor distancia registra los últimos movimientos del joven venezolano antes de escapar de este lugar. Inclina parte de su cuerpo para clavarle unas tijeras a la altura del corazón al conductor de este auto blanco que se negó a que le limpie el parabrisas.

La muerte de Jean Marco Caro Núñez de 30 años ha puesto sobre la mesa un debate hasta hoy inexistente, si se debe prohibir o no la actividad de los limpiaparabrisas en los semáforos.

Una ordenanza aprobada por unanimidad, el último viernes, en el concejo municipal de Lima, busca erradicar esta actividad en 42 distritos. Le han puesto tierrita al cachuelo que atraía las tan esquivas monedas. Justos han pagado por pecadores.

Pero Surco es uno de los distritos que ha llevado la delantera en este tema. Ya Carlos Bruce había ordenado por decreto de alcaldía erradicar por la fuerza a todos los limpiaparabrisas.

En el Callao la postura es radicalmente opuesta. Es viernes 14 de abril, el alcalde Pedro Spadaro inaugura patrullaje integrado en la provincia del Callao. Conversa con el ministro del interior, Vicente Romero, quien horas antes se ha comunicado con su par Carlos Bruce para respaldarlo en la guerra contra los limpiaparabrisas.

En el primer puerto, sin embargo, los limpiadores de parabrisas parecen no representar un problema de inseguridad en la gestión de Spadaro.

Tiene nombre de salsero, pero Víctor Manuel prefiere cantarle a Dios y que lo llamen “quequito”. Vendía hasta 10 moldes de queque en plena avenida Morales Duarez, pero la pandemia lo dejó sin capital.

A diferencia de los venezolanos que usan plumillas para limpiar los vidrios, “quequito” prefiere usar un trapo y pedir permiso antes de dar el servicio. La pista es todavía su lugar de trabajo.

En Lima, en cambio ha llegado el ocaso para todos los limpiaparabrisas y la cacería ha comenzado. ¿Qué pasará con todos los desterrados? El tiempo lo dirá, aunque las alternativas no son muchas. Buscar otro oficio para ganarse la vida o decidir transitar por el camino de la delincuencia.

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