Crimen de Jimena: el perfil psicológico del 'monstruo de la bicicleta'

Sujeto se muestra retador y no muestra arrepentimiento, según la pericia policial

César Augusto Gustavo Alva Mendoza. Cuarto Poder / Foto: Andina

César Augusto Gustavo Alva Mendoza es el padre de cuatro niñas. También ha confesado que es el depredador sexual que secuestro, abusó y asesinó a la pequeña Jimena de apenas 11 años de edad. A este sujeto, ya tras las rejas, le esperaría la cadena perpetua.

Según los peritos de la Policía, Alva Mendoza es un hombre sin escrúpulos. Cuando lo capturaron caminando por las calles de Ica ya se mostraba desafiante.

El llamado “monstruo de la bicicleta” es de postura retadora, suele cruzar los brazos como señal de no importarle nada. Ha mirado fijamente a sus entrevistadores en la Dirincri y, más de una vez, les ha dicho a los agentes de homicidios que “pongan lo que quieran” en su legajo policial.

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Los peritos de criminalística afirman que el asesino confeso de Jimena tiene trastorno psicopatológico, hay ausencia de escrúpulos en él y, hasta hoy, no muestra culpa ni remordimiento por lo que le hizo a la niña de 11 años.  

César Augusto Gustavo Alva Mendoza nació en Nazca, en la región Ica. Le ha contado a la Policía que creció prácticamente solo con su madre. Su papá, Víctor Manuel Alva, trabajaba fuera de la ciudad y llegaba a casa sólo en Fiestas Patrias y en Navidad.

Recién, cuando este sujeto cumplió 20 años de edad, el padre se quedó para vivir con él. Pero ya era tarde. Alva Mendoza se había iniciado en el mundo de las drogas. Según él, su progenitor nunca le dijo “no” ni tampoco juzgó sus acciones transgresoras.

En el 2008, el “monstruo de la bicicleta” estuvo internado en un centro de rehabilitación durante tres meses, pero salió de allí sin remedio.

En Ica tuvo su primera pareja con quien concibió 2 hijas, hoy adolescentes. No pudo conformar una familia porque las drogas eran su prioridad. Hace unos tres años, sus dos hijas y la ex pareja huyeron de él y se fueron del país. Desde entonces, se le exige la patria potestad de dos menores.

Su familia en Ica sabía que este sujeto andaba en malos pasos y que era una constante amenaza. En Lima, el asesino de Jimenita se mudó a San Juan de Lurigancho donde conoció a su segunda pareja y, así, tuvo dos hijas más.

La relación sentimental se quebró porque hubo violencia familiar. Él fue denunciado por su entonces conviviente por robo y maltrato físico en los años 2012 y 2013.

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El caso pasó de la comisaría 10 de octubre a la Fiscalía del Cono Este. Se ordenó su captura, pero inexplicablemente, este sujeto seguía libre. Hoy el proceso por lesiones físicas en su contra está en los juzgados de San Juan de Lurigancho durmiendo el sueño de los justos.

El “monstruo de la bicicleta”, según su perfil sicológico, tiene un impulso sexual exacerbado, es frío, suspicaz, evasivo, intolerante y es un ser con tendencia a la mentira. Su familia sabía que este sujeto había violentado sexualmente a dos mujeres. Pero lejos de buscar asesoría, le daban techo y comida.

¿Qué pasó con Jimena?

Según el testimonio de César Augusto Gustavo Alva Mendoza, Jimena le dijo que su padre podía pagarle los daños que reclamaba. Pero él no le dio tiempo para discernir. Levantó la voz y le dijo a la niña “súbete”.

Ella, inmersa en una supuesta situación de emergencia, obedeció. Es allí que las cámaras de seguridad captan a Jimena montada en la bicicleta de quien, horas más tarde, se convertiría en su agresor.

Este sujeto, con la niña en la bicicleta, recorre nada menos que casi dos kilómetros desde las inmediaciones de la comisaría Canto Rey hasta esta cancha deportiva vecinal. El “monstruo de la bicicleta” estranguló a Jimena con la fuerza de su brazo.

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César Augusto Gustavo Alva Mendoza dejó a la niña muerta abandonada en el baño de la cancha deportiva, tomó la bicicleta y se fue a su casa. llí se lavó las manos y se echó a pensar en cómo desaparecer el cuerpo de Jimenita.

Según ha narrado a la Policía, el “monstruo de la bicicleta” llevó el cuerpo de Jimena hasta el cuarto que alquilaba y lo colocó debajo de la cama para que su padre, al volver del trabajo, no se diera cuenta del crimen que había cometido.

Con la pequeña dentro de un saco, él llevó su vida como si nada hubiese pasado: comió pan con mantequilla, vio televisión y hasta hizo una siesta.

Ya, de madrugada, esperó que su papá se durmiera y, entonces, bajó el saco, lo dejó en el poste que hasta a unos pasos de su casa y le prendió fuego. Sabía que los padres buscaban a la niña desesperados. Al final, César Augusto Gustavo Alva Mendoza se fue a tomar licor con los amigos.

El datero de la Policía

César Augusto Gustavo Alva Mendoza se había ganado la confianza de ciertos agentes de la Dipincri San Juan de Lurigancho I, dependencia que está a unos cuantos metros de la comisaría Canto Rey. En esa Dipincri, el ahora llamado “monstruo de la bicicleta” pedía propinas o pedía que le invitaran desayuno a cambio de cualquier labor menor.

Como él estaba inmerso en el mundo de la delincuencia tenía información de cómo se movía la micro comercialización de drogas en las zonas de Canto Rey y la Huairona, en San Juan de Lurigancho. Si se registraba algún robo, él, de inmediato, se ofrecía a dar con el paradero del ladrón.

Según su manifestación policial, el día en que dejó el cuerpo de Jimena en llamas, él mismo fue a la Dipincri San Juan de Lurigancho I a decirles a sus amigos oficiales que tenía información sobre la niña desaparecida.

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El datero dijo que un reciclador, apodado “Lencho”, tenía a Jimena en su casa a donde supuestamente la habría llevado luego atropellarla con un triciclo.

La Policía, que ya buscaba al asesino de la pequeña Jimena, fue con él hasta la supuesta vivienda del reciclador y no encontró a nadie.

Entonces, le pidieron al datero que regresara con información certera y, en eso, él escuchó decir a los agentes que los familiares de Jimena ya tenían imágenes de las cámaras de seguridad, un detalle que había descuidado completamente. Entonces, “el monstruo de la bicicleta” desapareció.

Cuando los agentes de la Dipincri San Juan de Lurigancho I vieron a la niña montada en la bicicleta de un sujeto con gorra reconocieron de inmediato a Carlos Augusto Gustavo Alva Mendoza, el datero.

En eso, la Policía lo llamó a su celular, pero el “monstruo de la bicicleta” no contestó. Ya había empezado la huida hacia Ica en busca de familiares que lo pudieran ayudar. Según la Policía, este sujeto tenía planeado salir del país por la frontera con Bolivia o internarse en la mina del poblado de Uraspi, en Arequipa.

Hoy, Inspectoría General de la Policía no sólo investiga a los agentes de la Dipincri San Juna de Lurigancho I, también ha removido al 100% del personal de la comisaría de Canto Rey.

Y es que el último10 de diciembre esta comisaría detuvo a César Augusto Gustavo Alva Mendoza por posesión de drogas. Estuvo detenido durante trece días y, luego, lo dejó libre.

Según las investigaciones preliminares, los responsables de la comisaría de Canto Rey no habrían cumplido ni siquiera con los protocolos que les dictó el fiscal de turno.   

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