Familias con casas colindantes a cementerios nos cuentan sus historias

Cada una de las familias que verá en este reportaje tiene su propia historia con los muertos

Desde las historias más espeluznantes hasta los recuerdos más entrañables transcurren en estas viviendas. / Video: Domingo al Día

Conozca en qué cementerios de la ciudad la gente convive con los muertos. Casas colindantes con camposantos y hasta que construyen sus viviendas encima de las tumbas.  

Cada una de las familias que verá en este reportaje tiene su propia historia con los muertos.  

Doña Glady Almonacín nació en El Agustino y vio desde niña como el cementerio El Ángel fue creciendo y acercándose lentamente hasta su casa. Desde las historias más espeluznantes hasta los recuerdos más entrañables transcurren aquí.  

“Se escuchaban voces, barullos, lloraban gemían, era 2 am. o sea, ustedes se por burlarse por molestar a los muertos comenzaron a sentir cosas, donde está enterrada la vecina de acá ahí nos agarró, abrazarnos y pedir a mi abuelita que está enterrada allá”, contó.  

Algunos de los vecinos en esta recta de El Agustino a espaldas del cementerio El Ángel tienen vistas privilegiadas de este camposanto que oculta millones de historias tan antiguas como las mismas tumbas, pero nadie tiene una puerta que da a un patio trasero tan fúnebre como este.  

Doña Eusebia, la madre de Gladys, también ha tenido la experiencia más aterradora de su vida en esta zona del cementerio.  

“Un día salí por la vereda, venía un hombre bien alto, tamaño de la parede, yo me quedé mirando. Ya iba avanzando más y más yo corrí y me cerré la puerta”, relató.  

Toda una vida con esta vista ya ha curtido a esta familia que ve a los muertos como parte del día a día, hasta risas y buenas anécdotas tienen de este panorama que para muchos podrá ser sombrío, pero para ellos es familiar.  

Quien tampoco les tiene miedo a sus vecinos finados del Callao es Luis Junco. La vivienda de este hombre tiene una vista trasera y desde que tiene uso de razón en su casa, ha sido siempre, las tumbas del cementerio Baquíjano del Callao.  

“Se sienten sombras, ves sombras, se siente, no soy mucho de ver, hay gente que son de ver. Se siente porque este cuarto que está al fondo lo tengo de cordelero y en la cocina para allá se ven sombras”, dijo.  

Entre todas esas tumbas, están amigos de infancia que cayeron víctimas de la delincuencia y el crimen organizado de la peligrosa zona de la marca en el Callao, barrio del que Luis dice no se separará ni en vida ni cuando haya partido de este mundo.  

Su pequeña hija de 9 años tampoco se preocupa por los extraños sucesos que su padre cuenta casi con orgullo. 

Lo mismo ocurre con uno de sus inquilinos, José Meza, un venezolano que tiene la mejor vista de la casa al cementerio.  

En los más alto del distrito de Independencia, en la zona de Payet, donde hoy se viene poblando un asentamiento humano se encuentra el cementerio sin nombre.  

Nadie aquí recuerda si alguna vez este cementerio tuvo un nombre o simplemente se olvidaron de él. Lo cierto es que, en la punta de este cerro, la vida transcurre como si no hubiera cadáveres en el suelo.  

Rubén vive aquí desde muy joven y fue uno de los primeros en enterrar a sus seres queridos en este camposanto olvidado. Aquí nadie llega para dejar flores, aseguran que nadie ha movido ni un solo cadáver.  

Mientras los niños corren para ir al colegio, las mototaxis van y vienen y se disfruta de patitas de pollo a la caja china y de un delicioso chanchito crocante, nos preguntamos si alguna vez vendrá alguien a visitar a su familiar hasta aquí o si finalmente este cementerio quedará sepultado por una población que cada vez toma más espacios de tierra en este cerro de Payet.  

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