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27.02.2023

Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología en emergencia por falta de presupuesto y equipos

Cuarto Poder

Con el clima y el tiempo en contra, el Senamhi busca mayores recursos para monitorear los fenómenos naturales en un país altamente vulnerable como el Perú

Estos campesinos de la comunidad de Marcapomacocha se han convertido en los hombres que predicen el tiempo. Como cada semana dejan sus labores de ganadería para literalmente mirar al cielo y ayudar a pronosticar los fenómenos climatológicos que azotan al país.

A más de 4500 metros sobre el nivel del mar, el Servicio Nacional de Hidrología y Meteorología, conocido por todos como SENAMHI tiene construida una estación de vigilancia atmosférica en Marcapomacocha, provincia de Yauli en Junín. Julia Astudillo es una de las solo dos personas que aquí trabajan, pero además deben recurrir a los campesinos para optimizar las predicciones del tiempo y la gestión de riesgo de desastres.

En Marcapomacocha estos campesinos parecen ser pieza clave de la red de vigilancia meteorológica. Desde hace 60 años el SENAMHI confía en la sabiduría de estos hijos de la tierra.  Y aunque en otros países se usan los radares satelitales, en Perú se suele escuchar a hombres y mujeres con habilidades para el pronóstico del clima local y observación del tiempo. A falta de tecnología de punta, lo que ellos digan también cuenta.

Las estaciones meteorológicas sirven para medir temperatura, humedad y viento, pero también para hacer el pronóstico del tiempo.  El problema es que no hay suficientes estaciones lo que impide la toma de decisiones oportunas en situaciones de riesgo.  En la zona costera del Callao, no hay estaciones de vigilancia. Tampoco en Lurín, San Bartolo ni Ancón. En el interior del país estamos desprotegidos, también.

Las carencias del Senamhi se vieron hace unas semanas. Hoy por primera vez se conoce la historia detrás de los huaicos en Secocha, Arequipa.

Ese 6 de febrero, un alud de piedras y lodo arrasó con la vida de 18 personas. Días antes, el SENAMHI lanzó una alerta naranja pronosticando fuertes lluvias y la posible activación de quebradas, pero no podía descifrar en qué lugar sucedería el desastre.

La falta de radares satelitales y de tecnología de software impidió ver hacia dónde avanzaba el fenómeno natural y sólo quedó enviar una alerta a todo Arequipa. Aquella vez, las autoridades no tomaron en serio al SENAMHI porque no había información precisa.

El problema ahora está en Piura y Tumbes. Una mancha roja que abarca varias provincias ha puesto a todos en alerta, pero es imposible precisar por donde llegará el desastre. En la ciudad de Piura esta semana también se presentaron los primeros estragos.

Hoy el SENAMHI tampoco puede determinar cuáles serán las quebradas más afectadas por los huaicos en la costa norte del país. Su estación hidrológica vigila el crecimiento del nivel del agua en el río Piura, pero no está en la capacidad de señalar los centros poblados más vulnerables. El Estado, entonces, no puede tomar decisiones específicas para evitar nuevas tragedias.

Guillermo Baigorria no parece ser un funcionario público quejándose por un interés personal. Hidrólogo de profesión, ha vivido 20 años en Florida y Nebraska, EE. UU., desarrollando proyectos internacionales. Lo ha traído de vuelta, dice, las ganas de hacer algo por su país.  

Una visión que todavía parece muy ajena a la realidad. Sólo el área de hidrografía en SENAMHI necesita cerca de 10 millones de soles para el mantenimiento anual de sus redes de vigilancia. A inicios de su gestión, Baigorria sólo recibía 2 millones, ahora recibe 4.  La tecnología es otro punto en contra.

De las 300 estaciones hidrológicas, solo una cuenta con una cámara piloto para monitorear en tiempo real el caudal del río. La estación de Chosica. En este punto sí es posible vigilar la crecida del río Rímac.

Las otras 299 estaciones hidrológicas también deberían contar al menos con una cámara y una regla que permita monitorear los ríos las 24 horas del día y así dar aviso con la debida anticipación ante un riesgo de desastre.

Alan Jacso es un ingeniero meteorológico del SENAMHI. En pleno siglo 21, está haciendo cálculos y conversiones de datos globales a escala nacional de manera manual, usando una hoja y un lapicero. El servidor que procesaba toda la información dejó de funcionar un mes atrás.  

La última vez que el SENAMHI entregó información proyectada de la radiación UV fue el 21 de enero. Desde ese día, el área de modelamiento numérico de la atmosfera ya no puede predecir la radiación solar a mediano ni largo plazo. Gracias a las ecuaciones de Alan, sólo se cuenta con información del día.

En un país altamente vulnerable como el nuestro tampoco se puede monitorear el cambio climático ni la dispersión de cenizas volcánicas.

Con el paso de los días, la situación se agrava. SENAMHI cuenta con datos meteorológicos globales, pero es como contar con una foto borrosa. Se necesita una foto más clara de lo que va a suceder en costa, sierra y selva. Sin servidor les tomará 3 años proyectar información que debería estar lista en tres meses.

Como cada mañana, el SENAMHI se reúne con los observadores de distintas estaciones meteorológicas del país. Es sábado 24 de febrero y los ojos de las autoridades están en Piura.

Una vez por semana, estos especialistas se conectan con los campesinos de diversas zonas altoandinas quienes brindan su conocimiento de manera desinteresada, pero la falta de inversión y capacidades no permite al SENAMHI entregar información mucho más precisa para la toma de mejores decisiones antes de la llegada de los huaicos.

Hoy el SENAMHI se encuentra bajo el Ministerio del Ambiente y busca un presupuesto de 21 millones de soles para la compra de un nuevo servidor que permita procesar la data con mayor precisión. Y la compra de 8 radares satelitales, de los cuales 2 parece serán instalados en Piura e Ica como parte de una alianza con la Autoridad para la reconstrucción con cambios.

El clima no da tregua y el tiempo juega en contra. Es hora de tomar decisiones, SENAMHI está en alerta roja.

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