Perú y los años al borde del abismo

Empezamos el 2021 siendo optimistas por descarte, llego el vacunagate, las mentiras de muchos lagartos y lagartas

Llegó la COVID-19 y desnudo integralmente todas nuestras miserias

Cinco años de sinvivir, de vivir peligrosamente, de despertarnos pensando: ¿Y hoy qué pasará? Si se cumple eso de que tenemos los políticos que merecemos, no fue la COVID-19 la que nos llevó a cuidados intensivos, entramos por propia voluntad hace un quinquenio, aunque ya habíamos sacado cita antes.

De aliados en el 2011 a enemigos en el 2016, no hay nada peor que un examigo. Más de una semana tardó Keiko Fujimori en reconocer los resultados que daban como ganador a PPK por poco más de 40 000 votos, el 0.24%.

Una semana de ayuno para digerir los resultados y cuatro años de canibalismo político con mayoría absoluta en el Congreso. Estallaba el escándalo de Westfield y First Capital, llegó la primera vacancia, un Fujimori ahogaba a PPK y otro lo rescataba.

Keiko le ponía las manos al cuello y Kenji le echaba el flotador, la vacancia quedó en nada a cambio del rescate, el pequeño del clan obtuvo el indulto de su padre. El día de nochebuena. El 24 de diciembre del 2017 el presidente oficializó por decreto supremo que este era un país de privilegiados y punto. Pero el señor del cuy sentía que todavía tenía a sus dos seguros de vida activados: Martíncito y Mechita.

No sabía que uno estaba en Canadá salivando, esperando a que su jefe entrara al matadero. El 2018 empezó con otro pedido de vacancia y con los Mamanivideos. La constatación de que el indulto a Alberto Fujimori tuvo precio. El presidente tuvo que renunciar.

Llegó Martín Vizcarra de Canadá y fue investido con entusiasmo naranja. Las relaciones entre Legislativo y Ejecutivo parecían producidas por Disney, mientras el gobierno de Martín seguía en el promedio mediocre, estalló entonces el escándalo de Los Cuellos Blancos del Puerto, dos fiscales valientes pusieron patas arriba el sistema de justicia, el Ministerio Público y apretaron el nudo de las corbata a más de un político, incluía una tal Señora K.

Fue el salvavidas del Gobierno, tomó Los Cuellos Blancos como caballito de batalla para salvar el suyo. Alberto Fujimori volvió a la cárcel y su hija ingresó por primera vez a una, acusada de lavado de activos por los aportes recibidos por la empresa Odebrecht para su campaña.

Llegó la COVID-19 y desnudó integralmente todas nuestras miserias y por su fuera poco, cantó Richard Swing, sus contratos aberrantes salieron a la luz y también cantó la secretaria del presidente Karem Roca.

Como su mentor, Vizcarra sobrevivió a la primera vacancia, pero a la segunda lo decapitaron porque el que cantó fue un colaborador eficaz del Club de la Construcción, que lo acusó de recibir coimas mientras fue gobernador de Moquegua

Él se presentó arrogante y el Congreso le metió cuchillo, más por angurria que por compromiso con la ciudadanía. Asumió entonces el presidente del Parlamento, Manuel Merino, y la calle dijo basta.

Volvimos a utilizar la formula Valentín Paniagua, y resultó elegido Francisco Sagasti. Quedaban pocas semanas para terminar el 2020. Heredó un país sin esperanza, ahogado y sin vacunas a la vista pese a las promesas de Vizcarra.

Empezamos el 21 siendo optimistas por descarte, llego el vacunagate, las mentiras de muchos lagartos y lagartas. La campaña electoral, con políticos que nos quieren vacunar con sus promesas sin entender que si hay segunda vuelta varios miles de electores estarán bajo tierra en ataúdes imperdonables. Mientras tanto, el malabarista que está al frente hasta 28 de julio, el presidente Sagasti, habla de estado fallido, vivir al límite tiene estas cosas.

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