Adiós a las armas: La lucha de los Comités de Autodefensa en las llanuras altoandinas

Piden al Estado que no los desarmen, pues no ignoran que los remanentes de ese Sendero Luminoso que combatieron años atrás, todavía rondan por el VRAEM y alrededores

Los CADS son grupos voluntarios de pacificación de las comunidades andinas que nacieron en la primera mitad de los 90. Foto: Cuarto Poder

Son los defensores de las llanuras altoandinas, campesinos quechuahablantes que pacificaron sus tierras repeliendo los ataques del terrorismo. Hoy la lucha de los Comités de Autodefensa es más bien para que el gobierno no les arrebate las sencillas armas con que alguna vez salvaron sus vidas y las de los suyos.

Los Comités de Autodefensa o CADS por sus iniciales, son grupos voluntarios de pacificación de las comunidades andinas que nacieron en la primera mitad de los noventas, con la finalidad de frenar la infiltración terrorista, protegerse de sus ataques criminales y apoyar la labor las fuerzas de seguridad en la zona.

En los enfrentamientos con el terrorismo, no podían utilizar sus nombres, por eso la gran mayoría de comandos recibieron nombres de guerra para evitar ser presa fácil de Sendero Luminoso. Lince y Puma llegaron desde la provincia de Vilcashuamán a contarnos su historia. Sin embargo, el gran problema de estos sobrevivientes a la lucha armada más cruel y sanguinaria del siglo XX, es que hoy en día el Ejército los viene desarmando poco a poco. 

Desde el 2015, comitivas militares han ido visitándolos pueblo por pueblo, para solicitar que devuelvan las escopetas que les fueron prestadas en noviembre de 1991, fecha en la que el Decreto Legislativo número 741, reconoció a los Comités de Autodefensa como civiles de apoyo controlados por la autoridad policial o militar. 

Esta es una de las últimas notificaciones que el ejército les hizo llegar en julio de este año, solicitando el internamiento de las escopetas en el poblado de Illauri en el distrito de San Miguel, provincia de La Mar (Ayacucho).

En Huamanguilla, uno de los 8 distritos de la provincia ayacuchana de Huanta que en la década del 80 fue considerada zona roja. Su comité de autodefensa fue despojado de las escopetas, según cuenta la población, en el 2017. Sin embargo, se mantienen alertas y armados de valor, huaracas, palos y cuchillos, y están dispuestos a combatir cualquier amenaza que llegue a su comunidad, sea delincuencia común o narcoterrorismo.

Hoy los Comités de Autodefensa continúan en la lucha, pero por eso mismo piden al Estado que no los desarmen, pues no ignoran que los remanentes de ese Sendero Luminoso que combatieron años atrás, el autodenominado Militarizado Partido Comunista del Perú, rondan por el VRAEM y alrededores. Los últimos derramamientos de sangre documentados por los medios y respaldados por los servicios de Inteligencia, dejan en claro que sus temores no andan nada lejos de la realidad.

La población de Huamanguilla asegura que unas pintas de color rojo, no fueron broma ni casualidad. Aparecieron horas antes de las últimas elecciones de la segunda vuelta; más de 10 “pintas” a lo largo de toda una cuadra, justo dónde viven las autoridades del distrito.

La incertidumbre ha inundado muchos rincones de los Andes, donde los comités de autodefensa eran la única autoridad confiable para los hombres del campo ayacuchano. 
Actualmente, su principal pedido va dirigido al Congreso para que pueda promulgarse el proyecto de ley 5424 que reconoce a los CADS como parte de la seguridad ciudadana en los pueblos de al menos 8 regiones. 

Están dispuestos, dicen, a que los casi 800 mil miembros de estos comités marchen hasta Lima para ser escuchados y solicitar nuevamente que les devuelvan las modestas armas con que lucharon tantas veces por el estado de derecho en esa zona del Perú.

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