Actriz de Star Wars habla sobre el acoso que recibió en redes sociales

Por: Daniela C.

Todos sabemos que los fans de Star Wars suelen ser los más apasionados de todos y en el peor de los casos, también los más "intensos". Cuando llegó el Episodio VIII a los cines en diciembre del 2017, si bien tuvo buenos comentarios por parte de la crítica, varios seguidores de la saga galáctica se quejaron por diversos motivos y fueron muchos los jalones de orejas a su director, Rian Johnson, por las decisiones que tomó.

Pero además de Johnson, otra persona que recibió "caca con ventilador" fue Kelly Marie Tran, quien interpretó a Rose Tico, y en esta era de redes sociales, todo el disgusto que escaló a odio terminó infestando sus diversos perfiles. Ella se vio obligada a cerrar sus redes sociales y meses más tarde, finalmente se atrevió a hablar sobre ello en una columna que escribió para The New York Times.

"No fueron sus palabras, sino que empecé a creerles. Sus palabras parecieron confirmar lo que crecer como una mujer y una persona de color ya me habían enseñado: que yo pertenecía a los márgenes y a los espacios, válida solamente como un personaje menor en sus vidas e historias". 

La actriz comparte sus experiencias y visiones sobre lo que es crecer como una persona de color en una sociedad que pone esterotipos y asigna normas a quienes considera distintas:

"Quiero vivir en un mundo donde los niños de color no pasen toda su adolescencia deseando ser blancos. Quiero vivir en un mundo donde las mujeres no están sujetas a escrutinio por su apariencia o sus acciones o su existencia en general. Quiero vivir en un mundo donde las personas de todas las razas, religiones, clases socioeconómicas, orientaciones sexuales, identidades de género y habilidades sean vistos como lo que siempre han sido: seres humanos".

Finalmente, ella hace una revelación interesante sobre su verdadera identidad, saca pecho por sus raíces y deja por sentado que esto es solo el inicio:

"Puede que me conozcas como Kelly. Soy la primera mujer de color en tener un papel protagónico en una película de Star Wars. Soy la primera mujer asiática en aparecer en la portada de la revista Vanity Fair. Mi verdadero nombre es Loan. Y recién estoy comenzando".

 Vale decir que ella se define a sí misma como una "mujer de color" porque en los Estados Unidos se conoce como "personas de color" a todos aquellos que no sean caucásicos, ya sean de minorías hispanas, nativas, afros, asiáticos, etc.

Si quieres leer su emotivo ensayo aquí te lo dejamos completito:

No fueron sus palabras, sino el hecho de que comencé a creer lo que decían.Lo que decían parecía confirmar lo que ya había interiorizado como mujer y persona no blanca: que pertenezco a los márgenes y a los espacios laterales, que solo valgo como un personaje menor en sus vidas y en sus historias.

Esas palabras despertaron en mí un sentimiento que pensé que había dejado atrás. El mismo que tuve a los 9, cuando dejé de hablar vietnamita por completo porque estaba cansada de escuchar cómo se burlaban de mí los otros niños. O a los 17, cuando salí a cenar con mi novio y su familia y la mesera, al escucharme ordenar mi comida con un inglés sin acento, dijo: “¡Wow! Qué lindo que vinieron con una estudiante de intercambio”.

Las palabras reforzaron lo que había escuchado toda mi vida, que yo era “lo otro”, que no pertenecía, que no era suficientemente buena solo porque no era como ellos. Y ese sentimiento, ahora me doy cuenta, era y es la vergüenza por aquello que me hace distinta, por la cultura de la que provengo. Y para mí, lo más decepcionante de todo es que sintiera esa vergüenza.

Porque la misma sociedad que les enseñó a algunos que eran héroes y salvadores, los herederos del ideal del Destino Manifiesto, me enseñó a mí que yo solo existo como decorado de sus historias, ya sea pintándoles las uñas o diagnosticando sus enfermedades, apoyándolos en sus dilemas amorosos y —quizá lo más dañino— esperando a que ellos me rescaten.

Creí esas palabras y esas historias, cuidadosamente elaboradas por una sociedad construida para enaltecer el poder de un tipo de persona: un sexo, un color de piel, una existencia.

Me habían lavado el cerebro para que creyera que mi existencia estaba restringida a los límites de la aprobación de otros.

Eso reforzó en mí las reglas escritas desde antes de que naciera, las mismas que hicieron que mis padres consideraran necesario dejar de usar sus nombres reales y adoptar unos que sonaran más estadounidenses —Tony y Kay— para que fuera más fácil para los demás pronunciarlos. Una borradura literal de una cultura, algo que aún me duele en lo más profundo de mi ser.

Y, aunque odio tener que admitirlo, me culpé a mí misma. Pensé: “Ah, quizá si fuera más delgada” o “Tal vez si me dejara más largo el cabello” y, lo que es peor, “Quizá si no fuera asiática”. Durante meses estuve en una espiral de odio a mí misma; en las partes más recónditas de mi mente me destrozaba y ponía sus palabras por encima de mi valoración personal.

Y en ese momento cuando me di cuenta que me habían mentido.Me habían lavado el cerebro para que creyera que mi existencia estaba restringida a los límites de la aprobación de otros. Me habían engañado al hacerme pensar que mi cuerpo no era mío y que era bello solamente si alguien más creía que lo era, sin importar cuál fuera mi opinión. Todos me lo habían dicho y vuelto a decir: los medios, Hollywood, las empresas que consiguen sus ganancias a partir de mis inseguridades, que me manipulaban para que comprara su ropa, su maquillaje, sus zapatos; todo para llenar un vacío que ellos mismos habían creado y perpetuado.

Sí, me mintieron. A todos nos mintieron.Y fue con ese descubrimiento que sentí una vergüenza distinta: no por quién soy, sino por el mundo en el que crecí y por cómo ese mundo trata a quien es diferente.

No soy la primera persona que ha crecido de esta manera. Así es crecer cuando no eres una persona blanca en un mundo dominado por los blancos. Así es ser una mujer en una sociedad que les ha enseñado a sus hijas que solamente son valiosas si sus hijos nos consideran atractivas. Es el mundo en el que crecí. Pero no es el mundo que quiero dejar atrás cuando muera.

Quiero vivir en un mundo en el que los niños de color no pasen toda su adolescencia deseando ser blancos. Quiero un mundo en el que las mujeres no estén sometidas a escrutinio por su apariencia o sus acciones o su mera existencia. Quiero vivir en un mundo en el que personas de todas las razas, religiones, estratos socioeconómicos, orientaciones sexuales, identidades de género y capacidades sean vistas como lo que son: seres humanos.

Quiero vivir en ese mundo y ese es el que trabajaré por construir.Estos son los pensamientos que pasan por mi mente cada vez que levanto un guion o un libro. Sé que la oportunidad que tengo es poco común; sé que ahora pertenezco a un pequeño grupo de personas privilegiadas que pueden ganarse la vida contando historias, historias que son vistas y escuchadas y digeridas por un mundo que durante tanto tiempo solo probó una cosa. Sé lo importante que es y por eso no me voy a rendir.

Puede que me conozcas como Kelly. Soy la primera mujer de color en tener un papel protagónico en una película de La guerra de las galaxias. Soy la primera mujer de ascendencia asiática en aparecer en la portada de la revista Vanity Fair. Mi nombre verdadero es Loan. Y recién estoy comenzando.

TAMBIÉN CHEQUEA:

 

También podría gustarte