Terremoto en Italia deja pueblos fantasma y supervivientes en vela

Se percibe un silencio triste, roto en ocasiones por el sonido de algunos teléfonos móviles proveniente del interior de algunas casas

El sismo, de 6 grados de magnitud en la escala abierta de Richter, casi devastó gran parte del municipio de Amatrice. (Vía: Twitter)

El terremoto que sacudió el miércoles el centro de Italia, además de causar 241 muertos, según el último recuento, ha dejado auténticos pueblos fantasmas, con centenares de supervivientes que pasaron su primera noche en campamentos para damnificados, prácticamente en vela.

El sismo, de 6 grados de magnitud en la escala abierta de Richter, casi devastó gran parte del municipio de Amatrice (en la provincia de Rieti, a unos cien kilómetros al noreste de Roma), el más damnificado, pero también afectó gravemente a otras localidades próximas y las infraestructuras de esta zona montañosa en el corazón de Italia.

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Es el caso de Accomuli, Illica, Arquata del Tronto o Pescara del Tronto, que presentan un paisaje igualmente desolador, con casas reducidas a escombros, y calles polvorientas y enmudecidas.

Técnicos del cuerpo de bomberos recorren las avenidas de Accumoli y fotografían sus dañadas viviendas de piedra. Durante el recorrido se percibe un silencio triste, roto en ocasiones por el sonido de algunos teléfonos móviles proveniente del interior de algunas casas.

Más de 1.200 habitantes de la zona afectada del centro de Italia tuvieron que abandonar sus viviendas por seguridad ya que los desplomes continúan y pasar la noche en campamentos para damnificados.

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Han pasado una noche de temblores, en la que la tierra no ha dado tregua y se registraron hasta 300 réplicas de distintas magnitudes.

Con la salida del sol, se instauró una cierta calma tras una noche de aciagos pensamientos, que muchos han pasado en vela pensando en la tragedia que acaban de vivir.

Alessio Filodei, que residía en Pescara del Tronto, reconoce a Efe haber sentido "un gran miedo" en la madrugada del miércoles, cuando todo tembló.

Instalado en el campamento de Arquata, reconoce que ni siquiera sabe cuál es el estado de su casa, aunque sospecha que "no habrá quedado mucho de ella".

Ante esta situación, asegura haber dormido "muy poco" porque "el miedo aún es muy grande".

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También ha en este campamento Cristina, quien cubierta con una manta dice que su prioridad ahora es hallar a su hermana, que vivía en Amatrice y de la que aún no tiene noticias.

Su noche ha transcurrido con intervalos de sueño en los que confluían "pensamientos cruzados" sobre esta situación vivida.

A Francesco Morelli, de 17 años, que veraneaba en Pescara del Tronto, el terremoto le pilló de paseo con un grupo de amigos, de los cuales tres de unos 14 años perecieron entre los cascotes.

El joven, ahora en un campamento para desplazados en Arquata del Tronto, recuerda a Efe sobre la noche del desastre: "estaba paseando con un grupo de amigos cuando, de repente, se produjo un estruendo y nos encontramos rodeados de polvo y bajo un pánico total".

Una vez que el polvo se disipó, se percató de que tres de sus amigos, "más pequeños, de 14 años" y que de habían quedado más atrás durante el paseo yacían muertos bajo grandes cascotes.

"Cuando el polvo desapareció vi gente corriendo por todas partes y mis tres amigos muertos", cuenta Morelli.

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Al igual que el resto de personas, su primera noche en el campamento ha estado salpicada de visiones y pesadillas.

En el campamento de Accomuli el ambiente es más tenso y la actividad mas frenética, sobre todo por la necesidad de habilitar la zona y de preparar la comida para sus centenar de residentes: hoy toca pasta con panceta y guisantes y de segundo "lo que haya", según relata la cocinera a Efe.

Los vecinos realojados en ese lugar, que hasta hace dos días era un parque infantil, rehúsan hablar con los medios y se quejan de las fotografías que los periodistas les hacen.

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Una trabajadora de Protección Civil recomienda no hacer demasiadas preguntas dado el cansancio de la gente y, aunque tienen mucho trabajo, agradece el sol que hoy brilla en el lugar tras una noche fría.

El trabajo sigue siendo extenuante en la zona y entre las labores figura la de reparar las vías de comunicación, dañadas por el seísmo, con una hondonada que presenta ahora un desnivel de quince centímetros. EFE

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