Caso Olivia Arévalo: habla la hija de la lideresa indígena asesinada

Virginia Vásquez Arévalo da detalles de la relación entre su hermano, su madre y el canadiense

Olivia Arévalo, lideresa shipibo-konibo asesinada. Video: América TV

En el pueblo shipibo-konibo en Ucayali, creen que los espíritus del mal y del dolor, aún rondan sus calles. Por eso, la mayoría ha dejado sus casas. Y los que aún quedan prefieren no hablar.

No son buenos tiempos. Hace poco más de una semana, dos personas fueron asesinadas, en el asentamiento Humano Victoria Gracia en Pucallpa. La lideresa Olivia Arévalo y el ciudadano canadiense Sebastián Woodrofe. Las investigaciones policiales advierten que a ella la mató el canadiense y por eso a él lo lincharon, pero ¿qué pasó realmente? ¿Qué problemas existían entre Sebastián Woodrofe y la lideresa amazónica? ¿O es que acaso existen terceras personas en este caso? Esta semana Cuarto Poder viajó hasta la zona y aquí logramos ubicar a Virginia Vásquez Arévalo, hija de la lideresa asesinada, quien habla por primera vez sobre la muerte de su madre.

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Virginia fue una de las primeras en ver a su madre tendida en suelo ensangrentada. Habla el dialecto shipibo y muy poco de español. Con ayuda de un traductor, nos cuenta que su madre y el canadiense se conocieron a mediados del 2017 por intermedio de un familiar, un chamán reconocido en Iquitos.

En ese centro de sanación, Sebastián Woodrofe no sólo habría conocido las propiedades del Ayahuasca, y quedó fascinado, que quiso aprender más sobre este brebaje. Entonces dejó Iquitos para irse a Ucayali en busca de Olivia Arévalo por recomendación. Según Virginia, así el canadiense llegó hasta Victoria Gracia y conoció a su hermano Julián y a su madre Olivia.

Versiones en el pueblo, aseguran que cada vez que el extranjero intentaba llegar hasta la comunidad era víctima de los delincuentes y que, alterado, buscaba ayuda en Julián y su madre, para recuperar sus cosas, pues eran los únicos a quienes conocía. Aparentemente la diferencia de idiomas habría sido el primer obstáculo para entenderse. Virginia cuenta que siempre lo veían alterado, reclamando sus cosas. Así empezaron a desconfiar de él y a temerle.

Dice que varias veces vieron al canadiense con mala actitud y como Olivia era una anciana muy querida en el pueblo, todos la protegían de sus arrebatos. En tres oportunidades lo entregaron a la Policía porque estaba alterado. Sin embargo, la Policía, lejos de investigar e interpretar lo que pasaba, lo dejó libre. Y esta actitud policial terminó con la paciencia de los pobladores, quienes se sentían desamparados. Lo extraño es lo que Virginia nos cuenta después: que un día antes del crimen de Olivia, el canadiense volvió a la comunidad llevando un papel escrito. Aparentemente le habían robado una fuerte suma de dinero.

¿Acaso se trataba de un nuevo asalto al canadiense donde delincuentes le robaron 10 mil dólares? La hipótesis policial guía en torno a un supuesto préstamo que el canadiense habría hecho al hijo de Olivia. Sin embargo, esto no es creíble para Virginia.

Cuenta que su madre era analfabeta y no sabía distinguir el dinero, que de eso se encargaba Julián Arévalo, su hijo. Pero de él a estas alturas no se sabe nada y no está colaborando con las investigaciones policiales. Lo que hasta ahora se sabe es que el canadiense, llegó en una moto lineal hasta Victoria Gracia, ubicado a 30 minutos de Pucallpa. Solo se llega en mototaxi, pues la vía es sumamente precaria. Los pobladores dicen que lo vieron llegar a la casa de Olivia Arévalo.

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Los vecinos habrían visto disparos contra la lideresa indígena y fueron contra el canadiense hasta su muerte. Todo esto sucedió minutos después del crimen de Olivia, el pasado jueves. A pocos metros de su casa, el ensañamiento fue brutal. Quisieron dejarlo bajo tierra, pero un mal cálculo ha puesto a todos los pobladores en la mira, pues en aquel momento solo informaron de la muerte de Olivia, pero no la del canadiense. Y, por el contrario, habrían tejido una coartada para despistar a las autoridades. El viernes hicieron circular un afiche con el nombre del canadiense, tildándolo de asesino, así ganaron tiempo para ocultar el cuerpo en las afueras del pueblo. El sábado mientras velaban a Olivia, un video apareció en las redes sociales. Las autoridades buscaban el cuerpo de Sebastián Woodrofe pero nadie les decía que ya estaba muerto.

En un principio, las autoridades no podían asegurar que el canadiense era el asesino de Olivia, pues en sus huellas dactilares no encontraron rastros de pólvora. Pero las últimas pericias aplicadas en sus prendas terminaron por confirmar que él realizó los disparos.

Con el reconocimiento del arma que le pertenecía al canadiense, los casquillos encontrados en la escena, los testimonios recogidos y las últimas pericias que confirman pólvora en sus prendas, prácticamente se puede decir que él asesinó a la lideresa amazónica. La gran pregunta es por qué.

Pero existe otra versión, fuentes de la comunidad contaron a Cuarto Poder que el canadiense tenía la intención de aprender las artes de sanación de la maestra Olivia y fundar un centro de sanación similar al que conoció en Iquitos, para curar de diversos problemas y adicciones a otros extranjeros con ayahuasca. Los maestros serían Olivia y su hijo Julián. Aparentemente el trato económico se habría hecho con Julián y éste no le había dicho nada a su madre. Las veces que Woodrofe llegaba a casa de Olivia le habría reclamado por el incumplimiento de un trato que la sabía anciana desconocía, pero como ella no hablaba español eso enardecía al canadiense y se sentía estafado. Cuentan que aquel día la maestra del Ayahuasca intentó calmarlo con ícaros, un cantico sanador muy usado por los chamanes de la etnia shipibo, pero de nada sirvió, el canadiense la asesinó, provocando el enojo del pueblo que tomó la justicia con sus propias manos.

Quien tiene mucho que decir sobre las motivaciones que llevaron a ambos crímenes es Julián Arévalo, el hijo de Olivia, quien por ahora sigue sin aparecer. Mientras no se llegue a la verdad, los shipibos seguirán pensando que el espíritu del mal está rondando su pueblo y esto puede afectar la imagen de los nativos en el exterior. Sus máximos representantes piden una investigación profunda.

Existe una línea tan delgada entre las leyes de los pueblos nativos y las leyes que rigen al país que aparentemente las autoridades no han podido manejarlas. El choque cultural y la intolerancia de la policía local habría sido uno de los factores que acabó en un linchamiento. Un crimen que se cometió en presencia de menores que pensarán que con sangre se arreglan los problemas. La defensoría del Pueblo ha pedido la atención psicológica de todos los pequeños. Si el culpable del crimen de Olivia ya está muerto ahora falta ubicar a los asesinos del Sebastián Woodrofe. Quizá solo así la paz vuelva a esta comunidad.

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